sábado, 5 de octubre de 2013


DECIMOTERCERA CARTA A UNA DESCONOCIDA

Lo siento, pero creo que me estoy equivocando contigo. Te he fabricado en mi imaginación a base de tantos retales del pasado que ya me siento un poco como el Dr. Frankestein.

¿Recuerdas la primera vez? Sí, cuando escogimos mal el sitio en aquél monte cercano a la ciudad y nos dimos cuenta, a mitad de la faena, que nos encontrábamos encima de un hormiguero de hormigas rojas tan grandes que parecían cerezas con patitas.

Tuvimos que escapar corriendo mientras nos sacudíamos los monstruitos, que corrían a sus anchas por nuestros cuerpos adolescentes.

¿Recuerdas el viaje en tren? ¿La sensación de que ya estaba cerca la próxima estación o de que, en cualquier momento, podría entrar el revisor? O cuando nos íbamos de copas por Sevilla, sin pagar en las cafeterías, y tú me decías: -Déjame a mí; tú eres demasiado legal y te lo van a notar- y entrabas, pedías las copas y luego nos íbamos paseando hasta el siguiente tugurio.

O cuando nos bañamos en una piscina de Acapulco y me agarraste por el único sitio donde se suponía que se hallaba erradicado mi punto de flotación. O cuando te pusiste a chillar, y eras psicóloga y dijiste no y yo le dejé, porque nunca me ha gustado navegar contracorriente, a pesar de que supiera que me estabas diciendo que sí con toda tu alma.

¿Qué al hacer el amor parezco una tortuga apareándose? Lo reconozco. No hacía falta que me enseñaras aquel vídeo. Mejor habría sido que pensaras en todo lo que latía dentro del caparazón.

Ah, cuantos momentos inolvidables hemos vivido juntos y, sin embargo, sigues siendo para mí una completa desconocida.

Siempre que he creído descubrirte, te he amado, con todas mis fuerzas, pero el destino ha querido que no nos encontráramos. Eres una auténtica mutante y yo, ya no sé que hacer. ¿O sí lo sé?

Para empezar, te diré que te voy a hacer desaparecer del mapa de mis pensamientos, por lo menos con esa forma de monstruo que el abuso de retales del pasado produce.

Te quiero a ti, tal y como eres en realidad, nueva, libre, sin fronteras. Si hace falta te pondré corazón de sandía enamorada y ojos de verbena incandescente.

Te quiero distinta, con tus propias ideas, un ser que existe y que es diferente a mí y a todo lo que yo pueda imaginar desde cualquier rincón del pasado. Te quiero incongruente, porque eso es la señal de que eres tú realmente y no una consecuencia de mis delirios. En fin, te quiero, con todo tu activo y tu pasivo, aunque preferiría que fuera mayor el activo que el pasivo, por esa cuestión de que el funcionamiento de una empresa siempre se supone eterno y, entonces, es mejor que el balance sea positivo.

Te quiero a ti, simplemente a ti, seas como seas o como tú quieras ser, no como yo quiero que seas. Te quiero a ti, con la forma que tengas, porque he comprendido que esa es la única manera de que yo pueda ser realmente lo que quiero ser.

Tal vez otro día hablaremos largo y tendido del verbo estar. Hoy no toca.

Septiembre 2013©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.
www.eltallerdelpoeta.com

SE BEBE EL OCÉANO A LOS MUERTOS

Se bebe el océano a los muertos,
uno a uno, como negros caramelos de miseria;
vacía en su estómago la cal de los huesos
que aún no ha sido capaz de robar el hambre,
y a nadie le resulta extraña
su larga digestión desmemoriada,
su empacho de tiburón canibal,
el fúnebre obrar de su intestino
cuando devuelve a la playa
el residuo más mudo del silencio.

¿Quién cerró con llave el horizonte?
¿Quién tejió la horca de las olas?
¿Quién empujó a la mar el kayuco o la patera?

Se bebe el océano a los muertos,
los tritura con saña en su corazón de sal,
los mastica con dientes de gigante
y los reboza en bilis inhumana.

Y nadie dice nada.
Y nadie sabe nada.
Y nadie siente nada.
Y lo que es peor:
Nadie hace nada.

Se bebe el océano a los muertos
y aquí seguimos todos, empeñados
en coser fronteras de alambre,
cavar tumbas sin lápida
y negar el paso a la madrugada.

Marzo 2006©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España.